Los ancianos de los Kogi, un pueblo indígena del Amazonas, han viajado hasta nosotros para compartir sus amplios conocimientos sobre el mundo. Quieren ayudarnos a enfocar de otra manera los retos sociales actuales y, juntos, preservar la diversidad de la vida en nuestro planeta.
Tuve la oportunidad única y valiosa de pasar un día en la selva con los líderes kogi y conocer su sabiduría y su conexión con la naturaleza. Los kogi son un pueblo que llama hogar a los bosques del norte de Colombia. Han vivido en armonía con su entorno durante 4.000 años y han conservado sus conocimientos originales para mantener el equilibrio ecológico, social y espiritual de la Tierra, a pesar del colonialismo y la industrialización. Son una cultura social y ecológicamente avanzada y expertos únicos en la conservación y regeneración de ecosistemas. Los pueblos indígenas protegen y honran sus territorios como pocos.
La Tierra está enferma
Hasta la década de 1990, los kogi vivían recluidos en las montañas y rechazaban el contacto con el mundo occidental. Considerando la urgencia de la situación en la Tierra, decidieron comprometerse con el mundo exterior y ayudarnos a poner fin a la destrucción de la Tierra. Su advertencia es que no se puede seguir así mucho más tiempo, tal vez sólo unos pocos años, porque la Tierra está enferma y moribunda, y la vida está en peligro. La industrialización ha convertido la Tierra en un almacén donde podemos tomar sin cesar sin devolver nada.
Los tres ancianos kogi, dos hombres y una mujer, todos de más de 80 años, y un hombre más joven que traduce al español, han emprendido el largo viaje para intercambiar conocimientos con nosotros. Los ancianos kogi son considerados guardianes de la sabiduría, que garantizan la preservación del poder espiritual y material. Siento un gran respeto por estas personas mayores y gentiles que vienen del otro extremo del mundo para contribuir a restablecer el equilibrio en la Tierra con sus conocimientos. No están equipados para nuestras regiones frías y nuestra tierra espinosa y dura, van vestidos con sus prendas blancas tejidas, las piernas desnudas y sandalias.
Lucas Buchholz, autor de un libro sobre los kogi, y su equipo, autoridades forestales locales, concejales municipales y expertos forestales, se reúnen con los kogi en un bosque del Oberland zuriqués. Es un encuentro entre los conocimientos indígenas y la ciencia forestal moderna.
Todo está interconectado
Damos un paseo por un bosque gestionado, uno de los muchos bosques de la Meseta Central Suiza: muchos caminos forestales, claros, plantaciones de abetos, abetos Douglas recién plantados, zonas despejadas con muchos arbustos de zarzamora, apenas árboles viejos. Para los kogi, que viven en la selva tropical, no es un espectáculo hermoso. Más bien representa el estado actual de la Tierra: nuestro maltrato hacia la Tierra.
El guardabosques dirige al grupo. Le preocupan los árboles que sufren sequías o enfermedades. Debatimos con los kogi cómo afrontar los cambios previsibles y cruciales en nuestros bosques y cómo preservarlos como hábitats para humanos, plantas y animales.
Para los kogi, todo está invisiblemente conectado, todo es uno. Los árboles, el agua, las montañas, los ríos y lagos, todo está interconectado, y debemos asegurarnos de que el equilibrio no corra peligro. Por ejemplo, mencionan el importante papel de los lobos en nuestro ecosistema, y que debemos reconocerlos como parte del todo y concederles un lugar. Señalan que lo más importante es respetar la naturaleza, no dañarla, honrar y apoyar su vitalidad. Una vez que dejamos de interferir, comienza el proceso de regeneración.
Esto ocurre sin la intervención humana a través de la autorregulación de la naturaleza.
Redescubrir el conocimiento
Los kogi ven los bosques como seres vivos, y las plantas y los animales como nuestros hermanos y hermanas. La naturaleza es una maestra y nos habla. Sólo tenemos que saber escucharla. El conocimiento está en la tierra, en los árboles, en el agua, en las piedras. El agua, las piedras, los árboles nos hablan a diario, según el mensaje de los Kogi. Nos hablan de las leyes de la Tierra, a la que llaman Madre, y de los principios del origen y de la vida. Cuando recuperemos el conocimiento original, la Madre volverá a escucharnos y a ayudarnos. El territorio habitado es la clave de la vida. Las personas arraigadas a un lugar durante generaciones son los guardianes de esos lugares. Poseen conocimientos tradicionales e importantes percepciones. Estas personas están emocionalmente conectadas a un lugar y lo cuidan. Nos enseñan cómo podemos reconectar con la naturaleza, encontrar nuestras raíces y preservar nuestros orígenes. Es de suma importancia redescubrir nuestra relación con nuestras raíces, con la naturaleza, con la Tierra, con el agua y con los árboles.
Preservar los árboles viejos
Los árboles viejos, conocidos como «árboles madre», son de gran importancia para una región. Son los guardianes del conocimiento del ecosistema, dicen los kogi. Es crucial preservarlos. Los árboles madre nutren y sostienen a los demás árboles de una red colectiva. Los embajadores del Amazonas nos instan a encontrar y proteger nuestros árboles madre y lugares sagrados porque nuestros bosques están sufriendo. Buscamos árboles madre en el bosque pero no encontramos ninguno; todos han sido talados, sólo se encuentran árboles nietos. Los pocos árboles de más de 100 años son en su mayoría robles.
El guardabosques nos guía hasta unos árboles jóvenes plantados que crecen detrás de vallas para protegerlos de los daños de los ciervos. Los kogi señalan que no debemos plantar árboles foráneos, ya que no son portadores de conocimientos autóctonos y alteran el equilibrio. Es nuestra responsabilidad aplicar las tecnologías de forma que trabajen con la naturaleza, no contra ella. Además, hay lugares que son cruciales para ciertas plantas y animales, y no hay que perturbarlos sino dejarlos en paz.
Al final de la reunión, algunos forestales ya no están allí; al parecer, no han podido seguir la forma de pensar indígena. Los que quedan están visiblemente conmovidos. He oído que muchos de los presentes se comprometen a proteger los árboles viejos y los lugares especiales. Espero de verdad que esto se aplique en todo el país. Los conocimientos de los kogi son muy importantes para nosotros, ojalá tuviéramos más contactos así. Pronto volarán de vuelta a casa, a su bosque. Ahora nos toca a nosotros seguir sus consejos, su sabiduría ecológica, su ejemplo.