La Convención sobre el comercio de especies (CITES) regula las transacciones comerciales internacionales de especies de fauna y flora en peligro de extinción. Cada tres años, la Conferencia de las Partes (CoP), que reúne a todos los Estados miembros de CITES, se da cita para tomar decisiones sobre este comercio: los representantes de
los Estados se plantean en ese momento la pregunta de qué especies serán las que deban protegerse mejor y cuáles se comercializarán con mayor libertad.
La 18.º Conferencia de las Partes (CoP18) tenía que celebrarse en Sri Lanka en mayo-junio de este mismo año. Por desgracia, los tristes acontecimientos que se produjeron en Colombo el pasado abril obligaron a los organizadores a retrasar la celebración de la Conferencia, que tendrá lugar en Ginebra entre el 16 y el 28 de agosto de 2019.
Una de las especies más controvertidas y que genera la mayor parte de los debates en CITES es el emblemático elefante africano. Las amenazas que pesan sobre este animal son tan graves como
numerosas: pérdida de hábitat (que genera inevitablemente conflictos entre humanos y elefantes), sequía, caza furtiva, captura para enviarlos a zoológicos en el extranjero… Los elefantes no tienen ni un respiro. Su marfil es tan codiciado, sobre todo en los mercados asiáticos, que el precio de un kilogramo alcanza cifras astronómicas.
En CITES se reflexiona una y otra vez sobre la forma de reglamentar el comercio de elefantes y, sobre todo, del marfil. Hay dos posturas opuestas: los procomercio, que quieren permitir las transacciones
de marfil libres tanto a escala nacional como internacional, y los conservacionistas, que consideran que la única manera de proteger a este majestuoso paquidermo es prohibir totalmente, y sin rastro de duda, el comercio de cualquier parte del cuerpo del elefante.
Actualmente, el elefante africano no disfruta de un estatus unificado en la normativa de CITES: aunque la mayoría de las poblaciones de elefantes africanos están inscritas en el Apéndice I de CITES, que prohíbe cualquier comercio de marfil, hay cuatro poblaciones que están inscritas en el Apéndice II de CITES (las que corresponden a Sudáfrica, Botsuana, Namibia y Zimbabue). Esta inscripción diferenciada crea incertidumbre y brechas por las que se cuelan los traficantes de marfil, con frecuencia provenientes de círculos delictivos.
El único periodo en la historia reciente durante el que las poblaciones de elefantes africanos pudieron restablecerse y estuvieron a salvo de la caza furtiva fue tras la CoP de 1989, celebrada en Lausana,
en la que todas las poblaciones de elefantes africanos se inscribieron, sin distinción, en el Apéndice I de CITES. Desde entonces, las cuatro poblaciones mencionadas fueron desclasificadas, y la situación ha ido de mal en peor.
No obstante, la resistencia se organiza. Una alianza de 32 Estados africanos, la Coalición en defensa del Elefante Africano (AEC), lucha desde hace diez años por mejorar la protección internacional de los elefantes. Este año, la AEC presentará cuatro propuestas en la CoP18 con ese objetivo:
La Fundación Franz Weber (FFW) apoya activamente a la AEC desde su creación, además de las propuestas que ha formulado a la CoP18. Como observadora, la FFW estará presente en Ginebra para supervisar el proceso y proporcionar cualquier apoyo que la AEC pueda necesitar.
CITES está lejos de ser una convención ideal. Sin embargo, sí establece un sistema de control y de permisos que regulan de manera eficaz el comercio internacional de las especies. Por este motivo, la FFW actúa en el contexto de este sistema y trata de influir en el debate. Este año más que nunca, en vista de la desaparición en masa de las especies y de las catástrofes medioambientales, es urgente que los países asuman su responsabilidad y actúen en interés de las especies más que en el del comercio.
Casi exactamente hace treinta años, en Lausana, la CoP decidía proteger a los elefantes africanos de manera integral. La Fundación Franz Weber hará todo lo que sea necesario para que la historia vuelva a repetirse.